Paradójicamente las fuentes escritas más directas como los libros de diezmos de la Iglesia indican que el último tercio del siglo XVII fue de recuperación tanto para las personas como para las cosechas. Sin embargo esta situación de superación de los males no se correspondió con el panorama político ya que con el fin del siglo se producía el fin de la dinastía de los Austrias. En efecto, con la muerte de Carlos II dos pretendientes trataron de recoger su herencia: Felipe de Anjou y Carlos de Habsburgo. Este conflicto fue especialmente virulento en el reino de Murcia a causa de la enconada defensa que de los derechos del primero realizó el obispo Luis Belluga Moncada. Éste fue instituido obispo en 1705 y virrey en 1706 contribuyendo a organizar la provincia para la causa borbónica. Pese a la conquista de Alicante y Cartagena por los partidarios del pretendiente austriaco, Murcia resistió derrotando a un ejercito del archiduque Carlos en la célebre batalla del Huerto de las Bombas (4 de septiembre de 1706). Tras la victoria borbónica en Almansa, el rey Felipe V concedió a la ciudad de Murcia, en sincero agradecimiento, junto con un león portador de una flor de lis y la leyenda “priscasnovissime exaltat et amor”, la séptima corona en el escudo de la ciudad que le había sido tan leal. Las otras seis coronas fueron logradas a cargo de Alfonso X (cinco) y el desdichado Pedro I (una).
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